Así será la cubierta de Dorian Gray. En las librerías francesas a partir del 15 de Septiembre.
The Picture of Dorian Gray es un drama fantástico cuyo tema esencial es la moralidad del arte. Plantea, también, un vínculo entre la belleza y la responsabilidad; es la crónica de una corrupción que termina aniquilando el objeto que quiere exaltar. Toda una revisión en clave esteta y narcisista del mito de Fausto, y un tratado sobre la culpa y la inocencia que recuerda al Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, publicado cinco años antes, o a La peau de chagrin de Balzac.
Narcisismo a tope, amigos.
Quizá por eso, y porque la sombra de
Jack el Destripador es alargada, todas las adaptaciones cinematográficas, teatrales y operísticas que se han hecho basadas en la única novela escrita por
Wilde entran de lleno en el género de terror (
que la convierten, así, en una mala película para adolescentes y/o en un aburrido drama gay para ancianas) a excepción de la magnífica
The picture of Dorian Gray, dirigida por
Albert Lewin en 1945.
Una de las 88 páginas del cómic. Aquí hay más.En esta adaptación al cómic,
Dorian Gray, mi principal objetivo ha sido no traicionar a
Wilde. Pero también conseguir un cómic vivo y que reflejara mi propia lectura del libro. Un discurso vital impregna toda la historia: un paganismo decadentista que invita al placer. Pero un regalo tan grande, nos advierte
Oscar, también puede estar envenenado: el hedonismo conduce a la soledad más terrible (así, al menos, nos lo enseña la doctrina católica). No debemos olvidar que la hipócrita sociedad victoriana se ocupó de condenar a esa soledad al propio escritor durante los últimos años de su vida.
Diseños de personajes.
Ahora bien, ¿cómo respetar la forma de “drama fantástico” en una adaptación a cómic? ¿Cómo trasladar el estilo ampuloso y teatral, lleno de aforismos, de la literatura de
Wilde a un género en el que importa tanto la información visual?
Mi primera decisión fue centrarme en los trece capítulos originales publicados en 1890 en la revista
Lippincott ́s Monthly Magazine y olvidar los siete capítulos (más folletinescos y de gusto popular) añadidos por
Wilde para la primera edición del libro en 1891, ya que la esencia del relato está en los primeros. Pero su forma seguía siendo la misma que la utilizada en sus obras de teatro: una cascada de frases ingeniosas pronunciadas por personajes sentados cómodamente en un sofá. Y, en esta ocasión, el texto ni siquiera está ordenado en cuatro actos.
Esto no sale en la novela: un par de cambios de estilo.
Así que necesitaba desesperadamente una estructura dramática que facilitara la lectura y que aportara dinamismo al trío de personajes protagonista (según
Oscar "
Dorian Gray es como me gustaría ser,
lord Henry Wotton es como me ven los demás, y
Basil Hallward es como en realidad soy") y que, al mismo tiempo, me permitiera romperla para mostrar mis vacilaciones y dudas. Finalmente me decidí por la forma de una ópera en cinco actos, más un monólogo en el que
Dorian se presenta al lector.
Viñetas y más viñetas.

Es imposible que el apartado gráfico de un texto que siempre gira en torno a la Belleza esté a la altura. Y menos en mi caso. Dibujar
Dorian Gray ha sido un camino hacia la humildad cuyo premio ha sido entender un poco mejor la obra de
Wilde.
El arte por el arte es la frase que sintetiza las ideas de los teóricos
John Ruskin y
Walter Pater que tanto influyeron en
Oscar, y que
Oscar pone en boca de sus personajes a la menor ocasión. Nada extraño en un libro que narra las complicadas relaciones entre un artista, un modelo y un crítico.
Lord Henry, siempre maquinando.
Wilde se refería a su obra como “un capricho”, y yo he tenido la suerte de contar con un editor,
Daniel Maghen, que me ha dado todo el tiempo y la confianza del mundo para realizar este cómic de igual forma. Sólo he trabajado en él cuando he querido y como he querido. Los cambios más radicales respecto a la novela han sido siempre para subrayar sus conceptos fundamentales de forma visual e icónica (por ejemplo,
Oscar decide basar el libro amarillo que envenena a
Dorian en el
À Rebours de
J. K. Huysmans, biblia del decadentismo, mientras que yo he dibujado imágenes basadas en
Les Chants du Maldoror de
Lautréamont, otra oda al mal, pero más alucinada y atractiva para mi propósito). También he intentado adecuar muchos pasajes y personajes a una sensibilidad más contemporánea, como en el caso de
Sibyl Vane y todo lo relacionado con ella.
Otro de los retos fue recrear una época victoriana que no oliera a naftalina. He prestado mucha atención a la atmósfera y a la capacidad de sugerencia intrínseca del cómic para no caer en el mero pastiche “de época”. He intentado, también, contar el cambio moral que se va operando en Dorian a través del color. El retrato nunca aparece en ninguna viñeta, pero abre cada capítulo con la intención de marcarlo de forma definitiva. No he podido evitar dibujar o hacer guiños a obras de
lord Leighton, de
Whistler (el dandy y wit más admirado por
Oscar), de
Sickert, de
Beardsley, y de otros pintores y poetas simbolistas o prerrafaelitas cuyo arte disfrutó y criticó
Wilde.
Según alguno de los biógrafos de
Wilde, el personaje de
Dorian Gray está inspirado en la persona de
John Gray, un poeta de belleza juvenil (tenía veintidós años cuando conoció a
Oscar) y más atento a los gustos simbolistas franceses que a la tradición inglesa.
John terminó ordenándose sacerdote y
Wilde, de forma más teatral que real, quiso convertirse al catolicismo buscando la expiación hacia el final de sus días, tal y como la estrecha moral de la época imponía.
Todos los que hemos leído
The Picture of Dorian Gray sabemos que su escritor, el modelo y el personaje consiguieron, cada uno a su manera, la inmortalidad y la gloria. Sabemos que
Dorian sigue vivo. Mi adaptación es un tributo más a un libro que es un imán para cualquiera que busque la belleza. Espero que os guste. O que, al menos, no disguste demasiado a los fans de la obra de
Wilde.